Los monos de cuero

Este fin de semana, el rugido de los motores volverá a convertirse en la banda sonora de El Puerto de Santa María. La cercanía del Gran Premio de España en el Circuito de Jerez-Ángel Nieto transforma la ciudad en una auténtica meca para los amantes de las dos ruedas. Ellos, ataviados con sus trajes de cuero, inundan nuestras calles en una peregrinación motera que cada año bautizamos como la Motorada.

Para muchos vecinos, este evento es sinónimo de vida y prosperidad, con hoteles llenos, terrazas abarrotadas, economía local en marcha. Para otros, en cambio, es sinónimo de insomnio, aceras ocupadas por neumáticos humeantes, carreras improvisadas y civismo de vacaciones. 
 

Los hay que llegan como auténticos gentlemen del asfalto, cuidando su moto como una joya y conduciéndose con respeto. Son esos monos de cuero de los que uno puede sentirse orgulloso, ya que se trata de apasionados del motor, sí, pero también de la convivencia. Circulan con elegancia, con su casco reluciente siempre puesto, estacionan donde deben, y entienden que su libertad termina donde empieza la tranquilidad del otro.

Y luego están los otros. Los que confunden cilindrada con superioridad y ruido con galones de protagonismo de quien es nadie cuando descabalga. Son los que chillan por el tubo de escape, ensucian sin mirar atrás y convierten plazas peatonales en improvisadas pistas de exhibición. Esos sí que se comportan como monos, pero no de cuero, sino del tipo que no ha aprendido todavía a vivir en comunidad. Primates de la carretera, simios inmaduros, orangutanes del octano.

A su alrededor, no faltan las focas. Aplauden con entusiasmo cada caballito, cada acelerón innecesario, cada derrape sin sentido. Son los cómplices pasivos de quienes tratan la ciudad como un decorado y no como un lugar donde la gente vive, descansa, trabaja y cría a sus hijos.

Este editorial no es una denuncia a la Motorada. Al contrario, celebramos con entusiasmo que El Puerto se convierta, durante unos días, en el corazón del motociclismo. Pero con la misma intensidad con la que celebramos la pasión, exigimos respeto. Porque un evento no es mejor por ser más ruidoso, sino por ser más cívico. 
 

A los verdaderos motoristas, gracias. A los monos de cuero que entienden que conducir con respeto también es una forma de rebeldía. Y a los demás, recordad: no es más motero quien más ruge, sino quien sabe frenar a tiempo.

¡Y viva Ángel Nieto! O sea.