El concejal que quiso ganar 80 € por minuto

La codicia humana, ese impulso insaciable que parece no tener fin, es tan eterna como irracional. En algunos casos, se fusiona con la envidia, que, más que el deseo de acumular bienes, se expresa en la obsesión por lo que otros tienen. La diferencia fundamental entre ambos radica en el objeto del deseo: mientras que la codicia se orienta hacia lo material, la envidia busca lo que percibimos que nos falta, de manera casi patológica.

Si nos remontáramos a la literatura renacentista, este fenómeno podría describirse como "un amor pervertido por los bienes, unido al deseo de privar a otros de esos mismos bienes". Sin embargo, no necesitamos viajar al siglo XIV para encontrar ejemplos contemporáneos de este comportamiento y basta con mirar a algunos de nuestros ediles.

Uno de ellos es Javier Botella, concejal de El Puerto de Santa María, cuyo caso pone en evidencia hasta qué punto la desmesura y la incongruencia pueden colarse en el ámbito político. Exmilitante de la ultraizquierda y creador de una agrupación electoral local, su nombre se ha hecho conocido no solo por su polémica ideología y malos modos, sino por su desmesurada solicitud de remuneración por su trabajo como concejal.

El señor Botella ha planteado, de forma audaz y algo surrealista, que cada una de las comisiones informativas y mesas generales que se celebran mensualmente en el Ayuntamiento portuense debería ser retribuida a razón de 400 euros por sesión. Y no estamos hablando de largas jornadas de trabajo, sino de reuniones de apenas cinco minutos. Así, según sus cálculos, el concejal reclama la asombrosa cifra de 80 euros por cada minuto de su presencia, y reclama en total unos 20.000 euros a las arcas municipales, es decir, a los bolsillos de los portuenses.

Para ilustrar la magnitud de su propuesta, basta con hacer cuentas y, por lo habido en el agosto del pasado año, este sujeto solicitó la friolera de 2.400 euros, pues asistió a cuatro comisiones de cinco minutos de duración y una mesa general de negociación, además de a un pleno. Si desglosamos los números que solicita este concejal nos desmayaríamos.

Resulta, cuanto menos, llamativo que este concejal —quien, recordemos, pertenece a una formación política de izquierda— demande una remuneración más propia de una estrella de cine o un futbolista de élite, mientras que los concejales del equipo de Gobierno de El Puerto se limitan a cobrar únicamente por su asistencia a los plenos, pero no por las comisiones ni mesas de trabajo, aunque estas sean parte fundamental de su labor.

En este contexto, el Ayuntamiento de El Puerto ha respondido con sensatez, recordando lo que cualquier ciudadano con sentido común podría pensar: "Ante el vicio de pedir, la virtud de no dar". Sin duda, una lección de prudencia frente a la avaricia desmedida que, en este caso, pone en evidencia el escaso compromiso con la ciudad y sus ciudadanos.

El caso de Javier Botella no es solo una anécdota política, sino un reflejo de cómo, en ocasiones, la política puede ser vista como un mero trampolín para intereses personales y aspiraciones desmesuradas. Lo que está en juego no es solo la retribución de un concejal, sino el respeto por las instituciones y la dignidad del trabajo público. Sin duda, los portuenses sabrán valorar las diferencias entre quienes sirven a la ciudad y quienes, lamentablemente, parecen servir solo a sus propios intereses.