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Redacción
Domingo, 03 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura:
EDITORIAL

Cuando importa el lugar de nacimiento de los muertos

[Img #12710]Hay cosas que por más titulares y despliegue mediático que acaparen, se presentan con un filtro que parece diseñado para empaquetar el dolor ajeno en un espectáculo que deje buena cara a quien lo exhibe. Y a uno le da por pensar en cómo el poder, el dolor y el miedo se moldean y disfrazan según la conveniencia del día, manipulados hábilmente por la maquinaria de los medios y la opinión pública. El sufrimiento del otro se convierte en una herramienta política, un artefacto que sirve igual para unir que para dividir, para consolar o para abrir nuevas heridas.

 

Parece que en conflictos bélicos y ataques terroristas, el sufrimiento se mide con una regla selectiva: a mayor distancia cultural o geográfica de las víctimas, menor su importancia en la parrilla informativa. Solo hay que comparar el despliegue de portadas y especiales que recibió la tragedia del Bataclan en París con el silencio sobre las matanzas en Yemen o Sudán. Y si alguien duda, que revise cuánto ocuparon las víctimas del 11-S en Nueva York frente a las de la guerra en Irak, o cómo se trató a los fallecidos del 11-M en España en comparación con los miles de muertos por la hambruna que cada día se suceden en África.

 

Esta anestesia emocional nos revela una sociedad cada vez más cómoda en la indiferencia, incapaz de mirar de frente el dolor de otros seres humanos que, aunque tan distantes para algunos, merecen las mismas lágrimas y la misma atención que cualquiera de nosotros. Uno se pregunta, con una mezcla de vergüenza y rabia, cómo hemos llegado a ser tan selectivamente egoístas y descaradamente hipócritas.

 

Pero claro, la política juega sus propias cartas, y el dolor es un recurso que se rentabiliza cuando conviene. Quizás por puro oportunismo, o por el miedo a que se desvelen algunos secretos intervenidos por terceros países en móviles de traición, nuestros dirigentes han dado muestras de un interés tan voluble que parece regido por el pasaporte de las víctimas o el color político de la comunidad autónoma afectada. Un ejemplo reciente: mientras el Gobierno reaccionó con celeridad y promesas de ayuda al terremoto en Marruecos el pasado 8 de septiembre de 2023, aquí en España, ante la devastación de la DANA en el Levante, lo único que encontramos fue inacción y desidia. La prioridad, al parecer, depende de si los damnificados votan por el partido “adecuado”.

 

Ah, y no olvidemos las palabras de la ministra de Defensa cuando dijo, en pleno caos de las inundaciones: “El Ejército tiene una presencia disuasoria y no podemos pretender que en un país el Ejército haga todo, sus labores y las de la administración valenciana.” Pues bien, un año antes, con menos botox en sus cachetes asimétricos y mirando hacia Rabat, la misma Margarita Robles proclamaba: “España va a ser solidaria con Marruecos, siempre que haya un drama o una tragedia, España va a estar, y las Fuerzas Armadas, en este caso el Ejército del Aire y el Espacio y la UME, van a estar ayudando a Marruecos.” ¿Queda claro?

 

Así que ya saben, señores: “Si quieren votos, que nos los pidan…” .

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