Bendición de la imagen y exaltación de virtudes del Beato Guido de Montpellier en el monasterio del Espíritu Santo

El teniente de alcalde de Gran Ciudad, Función Pública y Organización Municipal, Javier Bello, acompañó en la tarde de ayer a las Comendadoras del Espíritu Santo en el acto de bendición de la imagen y exaltación de virtudes de su fundador, el Beato Guido de Montpellier, acto que tuvo lugar en el monasterio del Espíritu Santo en el transcurso de una eucaristía presidida por el sacerdote Antonio Sebastián Sabido. 

Bello ha felicitado a la comunidad de las Comendadoras, que encabeza la Madre Candelaria Mejías Negreira, y a todas las personas vinculadas a ellas, por esta bendición, que se produce en un momento muy significativo para el monasterio, pues el Papa Francisco, a través de la penitenciaria apostólica, ha concedido un año jubilar a la Sagrada Orden del Espíritu Santo, coincidiendo con el 825 aniversario de su constitución, que comenzó el 22 de abril del pasado año y se extiende hasta el 21 de abril del presente. El edil recalca la gran labor que las Comendadoras desarrollan en la ciudad.

En el transcurso de su intervención, el padre Sabido se refirió a Guido de Montpellier, quien nació en la ciudad del mismo nombre hacia 1153 y falleció en Roma en 1208, fundando la Orden de las Comendadoras en 1173, como un “maestro de santidad”, considerando “un honor” bendecir su imagen.

Por su parte, Ángel Pantoja valoró como “muy ilusionante” haber acometido esta escultura policromada de bulto redondo, cuya altura es de 156 centímetros, efectuada en madera de cedro, con policromía al óleo. Pantoja explicó que la talla del santo se representa estilizada en una edad no demasiado madura y que su rostro trata de transmitir dulzura, paz y belleza. “Su semblante humilde tiene policromía cobriza con gran variedad de matices al óleo y posee pestañas de pelo natural”, refirió, apuntando que “presenta un marcado movimiento curvilíneo y viste túnica talar y capa con cogulla”.

Al término de la eucaristía intervino el sacerdote Manuel Orta, quien, admitiendo que se desconocen muchos datos biográficos de Guido de Montpellier, se sabe lo suficiente como para poder definir su corazón con los adjetivos de “valiente” y “enamorado”.